Y cuando desperté el pequeño unicornio aún estaba ahí.
Me miró con sus hermosos ojos azules y su mirada me llenó de tranquilidad.
Hacía mucho tiempo que no me sentía acariciada con la mirada y este precioso y mitológico ser que unas horas antes apareció de la nada en mi cuarto, de repente me hacía sentir protegida e inmensamente comprendida.
Todo empezó cuando mi hermana me regaló un misterioso libro que se llama "Los Cuentos del Unicornio", algunos relatos me dieron miedo, pero otros, me hicieron sentir identificada con esas criaturas por su fidelidad y su desbordante amor maternal.
Tanto me fascinó el libro que lo leía en la cocina, en la sala, a la hora de comer, hasta en el trabajo, mientras mi jefa no me veía.
La mañana del dia que apareció el unicornio encontré entre el libro una hoja vieja y maltratada, en la que venía, según intuí, una especie de hechizo en latín. Como la curiosidad era mucha decidí transcribirlo en la computadora y pasarlo a un traductor; efectivamente, era un hechizo en ese idioma para conseguir que un unicornio fuera algo parecido a tu ángel guardián. El texto tenía además la instrucción de invocar al unicornio cuando uno se sintiera perdido y sin fuerzas para seguir viviendo, además debia ser en una noche de luna llena, bajo la luz de ese astro.
Me percaté que cumplia con todas las condiciones, de más está decir que la depresiòn no me había dejado desde la pérdida de mi hijo.
Cuando llegó la noche, con calma tomé la traducción que imprimí y me preparé para el gran momento, busqué algunas velas y me fui a un lugar còmodo del patio de la casa, tendí una manta, encendì las velas y me acomodé sobre la manta para proceder a la tarea que me tenía emocionada.
Tomé el papel y mientras lo leía no podía dejar de llorar, pensando en mi hijo y cuanta falta me hacìa saber siquiera como era, ya que nunca lo vi porque mi embararazo terminó antes de que me diera cuenta, bajo las circunstancias que aún me niego a recordar.
Desconcertada y desconsolada noté que nada ocurría, la vida seguía, la luna seguía alumbrando y sin embargo, el unicornio no aparecìa por ningún lado. Resignada y un poco molesta entré a la casa y me fui a mi recàmara.
Me preparaba para dormir cuando escuché un ruido bajo mi cama y de repente una tenue luz azul salió de ahí, conforme salía se hacía más grande y tomaba la forma de un caballo, yo no podía ni hablar y en menos de lo que esperaba tenía frente a mi al unicornio, observándome, caminando hacia mi y diciéndome telepáticamente que todo estaba bien, que todo iría bien.
Volví a llorar y creo que llorando me quedé dormida y en la madrugada cuando desperté el unicornio aún estaba ahí y desde entonces no se ha ido jamás.
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