UN SUSTO MUY FRÍO.
El calor se despedía y con el pasar de los días el frío la alejaba, eso me indicaba que debía visitar el ático. Ese lugar oscuro y olvidado, solo se recuerda algunas veces al año y más pronto de lo que esperaba había llegado uno de esos momentos de mano de las primeras nevadas.
Busque una escoba, arma muy poderosa en un lugar donde cualquier cosa te salta. Con mucho cuidado moví algunas cajas buscando la ropa adecuada para la nueva temporada y de pronto vi pasar una sombra, tome mi filosa espada y me preparé para la defensa, empujé la caja recién abierta y la sombra salió, sentí que era gigante, me parece que era el ratón más grande del mundo. Casi me mata del susto.
Entre gritos, brincos y escobazos algo se cayó eran los viejos esquís, los baje junto con la caja y convencí a mi hermano de volver a recorrer la montaña, como lo hacíamos cada año con papá.
Ese viernes muy temprano empezamos la aventura, al llegar a la montaña iniciamos una carrera, al llegar a los grandes árboles mi hermano se cayó, estaba auxiliándolo cuando nos dimos cuenta que un gran oso se dirigía hacia nosotros. Corrimos como nunca tratando de perder al oso, hasta que escuchamos un grito. Con cautela volteamos y vimos a un hombre acariciando al oso.
Un circo estaba en la zona y su domador lo estaba preparando para un nuevo espectáculo, el tipo se moría de la risa, hasta parecía que el mismo oso se burlaba de nosotros. Pero después de todo como íbamos a saberlo, a primera vista parece un animal muy peligroso.
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